¿Qué es la Libertad?
por Quentin Skinner
Básicamente lo que intento hacer es distinguir entre dos visiones antagónicas de libertad negativa. Una de ellas es la que, como dices, da sustento a una parte importante de la filosofía política liberal contemporánea. Esta última define la libertad como ausencia de interferencia con tus elecciones. La libertad es tratada como la posibilidad de hacer esto o aquello, y tener la libertad para elegir entre opciones (o al menos alternativas) como resultado de no ser obstaculizado. De acuerdo a este enfoque, la libertad es una noción por completo de facto. Eres libre de actuar de acuerdo a tu voluntad siempre y cuando nadie interfiera realmente con tu ejercicio de ese poder.
Lo que pretendo es contrastar esta visión liberal con una tradición más antigua, una que ha permanecido olvidada por mucho tiempo, y a la que he descrito –como bien lo indicas– como neo romana en cuanto a su origen. Tal vez lo primero que haya que aclarar es que esta tradición no niega la ausencia de libertad cuando actúas bajo coacción o te encuentras impedido en el ejercicio de tus poderes. Si tienes la capacidad de abandonar la habitación en la que tú y yo estamos sentados, pero yo he bloqueado la puerta para que no puedas hacerlo, en ese caso yo he limitado tu libertad de movimiento. O si de forma convincente te amenazo que te voy a matar si intentas salir de la habitación, de nuevo estaré limitando tu poder de movimiento, ya que sentirás que, como dijimos, no tienes opción alguna más que permanecer en la habitación.
Quiero sostener, sin embargo, que las reducciones de libertad no pueden expresarse solo a partir de imposiciones de tales restricciones. Es más, quiero ofrecer un argumento mucho más robusto: la libertad no es básicamente un predicado de acciones, como en los dos ejemplos que he dado; antes bien, se trata de tener un cierto estatus en el mundo. Este es el estatus descrito en el Digesto de la ley romana – texto constitutivo y crucial para esta tradición de pensamiento – como aquel del liber homo o persona libre. Yo adhiero a lo planteado en el Digesto y entiendo la condición de una persona libre como aquella que vive independientemente de la voluntad arbitraria de otros, en oposición de aquellos que viven a merced de un otro y, por tanto, en una condición de servidumbre. De modo que defino la libertad como ausencia de poder arbitrario. Es por esta razón que hablo de mi propia visión de libertad como una de carácter neo-romana.
Si me fueses a pedir un ejemplo de este tipo de poder, yo diría que, cuando este tipo de pensamiento sobre la libertad fue ampliamente recuperado bajo el Renacimiento, el principal enemigo de la libertad individual era el poder estatal de la monarquía absoluta. Todos los monarcas, se argumentaba, poseen un rango de poderes prerrogativos; pero todos estos poderes eran simples actos de voluntad que son, consecuentemente, arbitrarios por naturaleza. Pero después los autores de esta tradición también se interesaron en las dos maneras bajo las cuales esta forma de poder también surgía de las relaciones entre individuos. Los marxistas enfatizaron la forma en que el poder de los jefes en el lugar de trabajo se puede volver arbitrario si no hay posibilidad de negociación respecto a las condiciones de trabajo. Marx habló de esclavitud salarial, condición que aún hoy existe. Si, por ejemplo, eres un inmigrante ilegal, estarás trabajando completamente a merced de tu empleador, quien puede en todo momento decidir poner término a tu empleo sin sufrir ninguna consecuencia legal por ello. Los liberales contemporáneos a Marx estuvieron más preocupados de la esfera de la vida doméstica donde el poder arbitrario puede ejercerse de igual manera. Si una mujer depende económicamente por completo de su pareja, entonces ella también estará viviendo a merced de él y, por tanto, en una condición que, tal como lo señaló John Stuart Mill en La sujeción de las mujeres, no diferirá mucho de la esclavitud.
¿Pero de qué manera, se preguntan mis críticos, el simple hecho de depender de la buena voluntad de otros limita mi libertad de acción? Es verdad que esta es la pregunta crucial que hay que hacerle a la tradición de pensamiento que me interesa. Hablando en términos generales, pienso que se pueden dar dos respuestas que están conectadas entre sí. Si dependes de la buena voluntad de alguien más, entonces no puedes nunca actuar exclusivamente de acuerdo a tu propia voluntad, como lo requiere la libertad. Cualquier acción que lleves a cabo será siempre el resultado tanto de tu propia voluntad y al mismo tiempo del silencioso permiso de la persona de cuya buena voluntad dependes. El que cuentes con este permiso siempre será una condición de tu capacidad para actuar. De manera que nunca actúas por completo como lo decides; actúas siempre bajo aquella forma de restricción. Podrías decir que la tradición en la que estoy interesado está mucho más preocupada con las operaciones silenciosas del poder. Para decirlo de manera más polémica, yo diría que la teoría política liberal contemporánea o es culpablemente ingenua al respecto, o se mantiene cínicamente callada de cara a la importancia de dicho poder silencioso.
La otra respuesta es que una vez que te percatas que vives bajo la dependencia de la buena voluntad de alguien más en cualquier ámbito de tu vida, inevitablemente vas a estar propenso a la auto censura. La otra persona puede ser tu empleador o alguien con quien vives, o podría ser una empresa, o podría ser el estado. Si te encuentras en una relación de dependencia con cualquier tipo de agencia o persona en cualquier dominio importante de tu vida – en relación, por ejemplo, con la libertad de expresión o seguridad laboral, o protegido de la violencia –, entonces tendrás que censurar tu opinión y tu actuar para poder hacer lo mejor posible para mantenerte fuera de problemas. Los autores clásicos interesados en esta mirada sobre la libertad tenían un epigrama brutal para resumir esta parte del argumento, que era decir que los esclavos serán, casi siempre, serviles. Si estás viviendo en servidumbre, no puedes no volverte sumiso. Vas a tener que someterte a aquellos bajo cuya merced estás viviendo, porque siempre se pueden volver en tu contra con impunidad. Por lo que el simple hecho que ellos tengan un poder arbitrario sobre ti – no el ejercicio de ese poder, solo el hecho de tenerlo – tiene el efecto silencioso de moldear tu carácter, y en maneras totalmente adversas.
Un texto clásico que aborda precisamente este problema es Vindication of the rights of women de Mary Wollstonecraft. Las mujeres que dependen por completo económicamente de los hombres no tienen la menor oportunidad de autenticidad. Tienen que aprender cómo congraciarse con los hombres para convertirse en el tipo de personas que ellos quieren que sean. De otro modo no pueden sobrevivir y prosperar. Están condenadas a un tipo de servidumbre. Por supuesto que pueden vivir una vida de aparente seguridad y prosperidad sin que deban tomar decisiones como resultado de la coerción o interferencia explícita. Pero esto solo será al precio, sostiene Wollstonecraft, de no ser capaces de ser ellas mismas.
De modo que la idea básica, para resumir, es que una libre elección, de acuerdo a este análisis, no es simplemente una elección hecha en ausencia de cualquier interferencia o coerción arbitraria. Es una elección hecha en ausencia de cualquier posibilidad de coerción o interferencia. La libertad, para decirlo de otro modo, es algo más que – en realidad es mucho más que – de facto la ausencia de restricción. Tienes libertad de elección no cuando tienes el poder para actuar y no hay interferencia; tienes libertad de elección solo cuando no estás sujeto a interferencia y, por tanto, cuando estás protegido de la interferencia.
Algunos críticos a esta línea de pensamiento – especialmente críticos marxistas – objetan que este análisis ignora el hecho que todos nosotros vivimos en servidumbre. En última instancia, actuamos de acuerdo a nuestros deseos fenomenológicos y no de acuerdo a nuestros verdaderos intereses. No estoy negando que esto pueda ser así, pero estoy interesado en una afirmación más específica sobre la falta de libertad que distintas personas puedan sufrir en diferentes dominios de sus vidas. Como ya lo he mencionado, el propio Marx usa el léxico de esclavitud para describir la difícil situación de los trabajadores que no tienen nada para ofrecer más que su fuerza de trabajo y están obligados a ofrecerla en un mercado desregulado. Los autores clásicos en quienes estoy interesado dirían que uno solo está viviendo en la completa servidumbre si dependes por completo de la buena voluntad de un amo en cada uno de los dominios de tu vida. De acuerdo al Digesto de la ley romana, esa es la definición misma de esclavitud. Pero por supuesto no estoy afirmando que cualquiera de nosotros sea literalmente un esclavo, esto a pesar que la esclavitud, en el sentido de la total dependencia hacia otros respecto a tu vida como a tu libertad, no es, desafortunadamente, desconocida en nuestro mundo actual.
Permíteme resumir volviendo atrás a la distinción entre la persona que se auto censura y la persona que es coercionada. Ser coercionado significa, por lo general, alterar tu comportamiento, y en cierto sentido limitar tu libertad de cara a una amenaza explícita. Sin embargo, la persona que se autocensura no necesita estar enfrentando ninguna amenaza explícita. Su pérdida de libertad no proviene de no comportarse de determinada manera porque cree que algo malo sucederá, sino simplemente por la creencia que algo malo puede o podría suceder.
Algunos críticos aducen que no comprendo correctamente la relación entre la libertad de los ciudadanos y el poder del estado. Indudablemente, insisten, mientras más grande sea el poder del estado, menor será mi libertad; y que esto es algo que yo, al parecer, cuestiono absolutamente. Por esta razón es que repetiré que existen, a mi entender, dos modos distintos en los que podernos coherentemente pensar sobre la libertad negativa. Como he dicho, mucha de la teoría política liberal y en especial la libertaria contemporánea, piensa la libertad esencialmente como no interferencia con mi poder de actuar. Tengo un poder fundamental, tengo la elección de ejercer ese poder – puedo hacer esto o aquello – y mi elección es libre si soy capaz de ejercer mi poder sin ser obstruido o coercionado.
Es fácil presentar esta visión de la libertad como natural y casi obvia para adoptar. ¿Cómo son fundamentalmente las cosas? Básicamente soy un cuerpo con ciertos poderes físicos y poderes de reflexión. De manera que pareciera que la libertad debe consistir en una habilidad para ejercer mis poderes de reflexión y acción sin ser inhibido o detenido. Esto a su vez da lugar a lo que puede parecer como una forma igualmente natural de pensar sobre la libertad en relación con el estado. ¿Cómo operan los estados? Principalmente creando leyes y asegurándose que sean obedecidas. ¿Pero cómo se impone la obediencia? Mayormente creando delitos, estipulando penas y logrando que los ciudadanos se inclinen más a obedecer que a desobedecer por medio de hacerlos temerosos de las consecuencias de su desobediencia. Para decirlo más simple, los estados básicamente aseguran la obediencia por medio de la coacción. Pero una manera estándar de limitar la libertad de acción de alguien es indudablemente interfiriendo coercitivamente con sus elecciones de tal manera de hacer algunos posibles objetos de elección completamente inelegibles. El resultado de esta simple cadena de razonamiento es entender al estado como el enemigo automático de la libertad. La conclusión ineludible pareciera ser que ‘gobierna mejor quien gobierna menos’.
Tal como he insinuado, quiero rebatir esta línea de pensamiento desafiando la suposición primordial que afirma que la libertad es fundamentalmente un asunto de no interferencia. Lo que es fundamental para ser una persona libre, como lo he sugerido, es que no debes ser obligado, en ningún ámbito de tu vida, a tolerar una condición de dependencia basada en la voluntad arbitraria de nadie más. Sin embargo, esto implica decir que querrás ser gobernado por leyes solamente, no por la voluntad arbitraria de una elite gobernante, y también que querrás que estas leyes sean una expresión de tu propia voluntad (o al menos tu voluntad representada) antes que la voluntad de alguien más. Pero a su vez, esto quiere decir que tu propia libertad debe depender en parte de que estés dispuesto a que tu voluntad y voz sean oídas en asuntos públicos. La aparente paradoja en que insiste la teoría neo-romana de la libertad, es que el desempeño de dichos servicios públicos puede ser una condición para defender tu propia libertad negativa. De acuerdo con este análisis, el estado no es el enemigo de la libertad individual sino un medio para evitar condiciones de dependencia que se están produciendo y, por lo tanto, es amigo de la libertad equitativa. Esta pareciera ser, por ejemplo, para mí, la estructura básica de la teoría de gobierno de John Locke. Empezamos con la amenaza del poder arbitrario; terminamos con la descripción del estado donde la posibilidad del poder arbitrario está excluida.
Un estado neo-romano estará, por tanto, interesado en construir instituciones que, al evitar que se desarrolle el poder arbitrario, tendrán el efecto de forzar a los ciudadanos a ser libres – para citar la manera tan incomprendida que tuvo Rousseau para señalar el punto. Las instituciones del estado se enfocarán en prevenir que los ciudadanos caigan en el natural pero peligroso hábito de permitir que el gobierno sea conducido por las elites gobernantes, que siempre están dispuestas a administrar el estado en función de sus propios intereses y condenar al resto de las personas a vivir en un estado de dependencia. Tal como lo dijo el político irlandés John Curran en un famoso discurso en 1790, ‘La condición bajo la cual Dios le ha dado la libertad al hombre es la vigilancia eterna’, y si cualquiera rompe esta condición, la ‘servidumbre es tanto la consecuencia de su crimen y el castigo de su culpa’. Escritores libertarios contemporáneos son propensos a replicar que la ejecución de acciones en función del bien común pero a expensas de los fines privados es inconsistente con la maximización de la libertad negativa. Pero los escritores neo-romanos sostienen que esto es simplemente miopía, y afirman que si quieres tener tus derechos asegurados, entonces tendrás que actuar positivamente para ello.