Tendencias. La historia no se repite, aunque a veces rima
Fue reciente viral en redes sociales la fotografía de una trabajadora de la aplicación PedidosYa cargando en bicicleta a una pequeña niña en plena jornada de reparto. Se multiplican las noticias de repartidores que mueren atropellados sin contar con la preparación ni las condiciones mínimas seguridad para el tipo de riesgos a lo que se exponen. Circulan cada vez más relatos de ‘colaboradores’ que cuentan cómo su expectativa de trabajo supuestamente ‘liberado’ y ‘autónomo’ en poco tiempo transita hacia una pesadilla de subordinación y la más absoluta desprotección. Precariedad confitada de una miserable idea de libertad. “Nuevas” formas de trabajo que, defraudando las legislaciones laborales, nos traen viejas formas de explotación.
Según el último Informe de la Calidad del Empleo[1] de la Fundación Sol, el 40,6 % de la población ocupada en Chile no se encuentra protegida por legislación laboral[2] alguna. Y la tendencia anticipa que en el presente sucesivo, la creación de nuevos empleos seguirán revistiendo formas precarias y flexibles.
¿Estaremos regresando a las condiciones de trabajo del siglo XIX?: la historia no se repite, pero a veces rima – reza el refrán. El capitalismo contrarreformado, del que fuimos país piloto, lleva más de cuatro décadas sacudiéndose y desatándose[3] de la legalidad pro operaria conquistada gracias a décadas de luchas obreras durante el siglo XX.
La resistencia a la restauración capitalista químicamente pura ya no parece posible a través de una articulación virtuosa entre democracia representativa, partidos de la clase trabajadora y la organización sindical.
La política neoliberal decretó que la soberanía económica ya no es asunto de competencia de la democracia y la legislación laboral vigente (instalada con el Plan Laboral de 1979) – así como cada reforma de “modernización” – acentúa la pérdida de peso de los sindicatos y las posibilidades de acción colectiva de las fuerzas obreras.
Contratendencias
No obstante lo adverso de las circunstancias, también surgen las contratendencias. El mundo cooperativo chileno se sorprendió el año 2018 con datos que reflejaban una situación anómala[4]: del total de cooperativas activas en Chile, el 47,12% se constituyeron entre 2015 y 2017. El aumento más vigoroso correspondió al sector de las Cooperativas de Trabajo, que pasó en 1991 de contar con siete cooperativas a representar ahora el 25% de las organizaciones, sumando más de trescientas. Sólo el primer semestre de 2018 se conformaron 120 Cooperativas, más del doble que todas las constituidas en la época dorada del cooperativismo en Chile – el ‘período desarrollista’ (1939-1973).
En un completísimo artículo de José Tomás Labarca[5] se atribuye como explicación a este interesante crecimiento, que comienza en la década de los 2000, a las condiciones materiales del desenvolvimiento de vida de los trabajadores tras décadas de precariedad, inestabilidad e inseguridad social impulsadas por el Estado subsidiario. Como forma de sobrellevar la vida laboral escapando de la inseguridad económica. La composición de estas cooperativas – nos indica el investigador – corresponderían a las autopercibidas nuevas capas medias, que con mayor precisión, se trata de aquellos grupos ‘permanente sujetos a la posibilidad de caer en la pobreza… como una forma de escapar a condiciones laborales paupérrimas‘.
El fenómeno – o a estas alturas, contratendencia –, aunque todavía no adquiere mayor gravidez en la vida económica del país, parece rimar con los orígenes del mutualismo y el cooperativismo moderno del siglo XIX. Lo que nos parece interesante, pues si bien estos movimientos emergen como ‘tabla de salvación de los proletarios en las crisis económicas‘ (Fermín Vivaceta), es que su madurez los convirtió en condición sine qua non del acrecentamiento de las fuerzas de la clase trabajadora, base de sus posteriores herramientas de lucha, partidos, así como los primeros reactores de una sociabilidad abiertamente anticapitalista.
A partir de lo descrito nos parece interesante reflotar la cuestión del cooperativismo o las nuevas formas de mutualidad sin ningún tipo de nostalgia. Recorrer sus nociones más básicas y trayectoria para enmarcarlas como un fenómeno continuado para dar pie a un conjunto de notas sueltas que buscan sugestionar una reflexión sobre la pertinencia del cooperativismo dentro de las discusiones político – estratégicas para la izquierda chilena.
Nociones de Cooperativismo
En septiembre de 1995, en la ciudad de Manchester, con ocasión de la celebración del centenario de la Alianza Cooperativa Internacional[6] (ACI) – algo así como una Internacional del Cooperativismo –, se efectuó una nueva Declaración de Identidad Cooperativa comprendiendo la más reciente definición de ‘Cooperativa’:
‘Una cooperativa es una asociación autónoma de personas que se han unido voluntariamente para hacer frente a sus necesidades y aspiraciones económicas, sociales y culturales comunes por medio de una empresa de propiedad conjunta y democráticamente controlada.’.
Dos de sus rasgos fundamentales y diferenciadores son el ‘control democrático de los miembros’, por regla general, un miembro, un voto (no obstante que pudieran dotarse de otros procedimientos democráticos); y la participación económica equitativa de sus miembros en la asignación de los excedentes que genere, en función de su participación y no al aporte de capital.
Existen muchos tipos de cooperativas (de trabajo, servicios, industriales, educativas, agrícolas, pesqueras, de ahorro y crédito) cuya predominancia y distribución dependen de las características del país o región en el que se desenvuelvan; por ejemplo, en la experiencia vasca, destaca un fuerte elemento de cooperativas industrial; cuestión prácticamente inexistente en Chile.
Según datos de la ACI el 12% de la población mundial forma parte de alguna de las 3 millones de cooperativas existentes en el planeta y proporcionan el 10% del empleo total.
El año 2012 la ACI lanza una ambiciosa estrategia denominada ‘Plan para la Década Cooperativa’, iniciativa que fue consecuencia de una serie de reflexiones convocadas por el mundo cooperativo tributarias de las capacidades de resiliencia demostradas tras el colapso financiero de 2008 en comparación a las empresas capitalistas. Dicho plan, traducido a gran parte de los idiomas, se fija tres objetivos: convertir el modelo empresarial cooperativo en el líder reconocido en la construcción de la sostenibilidad económica, social y ambiental; el modelo preferido por la gente; el modelo empresarial de más rápido crecimiento.
Cooperativismo en Chile
Los primeros antecedentes de Cooperativismo moderno en Chile se remontan a 1863[7], a menos de veinte años de la primera cooperativa moderna creada en Inglaterra: la Sociedad Cooperativa de Sastres y la Sociedad Cooperativa de Zapateros. Ambas de efímera duración y promovidas por el singularísimo – por su talante renacentista – Ramón Picarte Mujica[8].
El año 1864, también motivada por Picarte, se intenta constituir una organización híbrida, entre cooperativa de consumo, sociedad de socorros mutuos y caja de ahorros popular, con el nombre de Sociedad Trabajo para Todos, lo que va a dar cuenta de un rasgo especialísimo del primer cooperativismo chileno: no prolifera mayormente en cuanto tal y se diluye dentro del movimiento mutualista, que sí adquirirá una densidad, vitalidad económica, adhesión popular y fuerza histórica décadas más tarde, absorbiendo funciones que, en otras latitudes, se asociaron al cooperativismo. Por lo que no es de extrañar tampoco, que en investigaciones[9] en torno a la historia del cooperativismo se establezca su origen confundido con el del movimiento mutualista, precisamente a partir de la constitución de la Sociedad de Socorros Mutuos de la Unión de Tipógrafos (1853).
No será hasta la promulgación de la primera Ley de Cooperativas (1925) en el marco de la oleada por la constitucionalización de los derechos económicos y sociales, que las sociedades cooperativas salgan de la espontaneidad, adquieran fisonomía propia y se distingan de las sociedades mutuales.
En 1939, con la creación e impulso de la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO), el cooperativismo se abre hacia el medio rural (cooperativas agrícolas pisqueras, vitivinícolas, lecheras, de otros rubros y las de electrificación rural[10]).
En la década de los sesenta, la época dorada del cooperativismo chileno, el crecimiento es explosivo: entre 1966 y 1970 el crecimiento neto en el número de cooperativas es 70% en el número de cooperativas[11] en los rubros ahorro y crédito, vivienda y campesinas con un rol activo de la Iglesia Católica y el Gobierno de Frei Montalva.
Ya en la década de los setenta, y sobre la relación entre cooperativismo y gobierno de la Unidad Popular, algunos sectores del cooperativismo acusaron ambigüedad, falta de compromiso y otros – la CONFECOOP- , identificaron una contradicción entre la promoción del modelo cooperativo y el proyecto económico impulsado por el Gobierno. No obstante lo anterior, lo cierto es que según los datos oficiales, entre 1970 y 1973, se mantuvo un crecimiento consistente en el mundo cooperativo[12] y la forma predilecta de la organización de la tierra en el marco de la Reforma Agraria[13] .
A partir de 1975, con la dictadura cívico-militar instalada, el cooperativismo inicia la etapa más difícil de su historia[14]. Grandes cooperativa son intervenidas y más de mil de ellas desaparecen. La década de los ochenta marca un punto de bifurcación: mientras cierto sector opta por adaptarse a las nuevas circunstancias políticas y económicas, otro, organizado en torno a la Prodescoop (1983), se rearticula para impulsar un proyecto cooperativo que precisaba un cambio de circunstancias. Lo que desembocó en la participación activa de aquel sector en la ‘Asamblea Nacional de la Civilidad’ o ‘Asamblea de la Civilidad’; asociación en la que confluyeron diversas fuerzas políticas y sociales opositoras al régimen dictatorial de Pinochet.
Con el retorno de los regímenes civiles, en 1990, la gran expectativa de entrar en una nueva época dorada timoneados por un presidente democristiano, como en los sesenta, es defraudada por los gobiernos de la Concertación: la racionalidad económica neoliberal de la Dictadura no sólo se mantuvo sino que se profundizó, abriendo una larga etapa para el sector cooperativo que no se cierra hasta el día de hoy, cuyo más descriptivo titular es el de absoluta indiferencia[15].
Si bien durante los últimos años, desde el Ministerio de Economía (División de Asociatividad y Economía Social), es notorio un despliegue y destinación de recursos focalizados para promover la asociatividad, la economía social y solidaria, entre otras formas, bajo la modalidad de empresa cooperativa, lo real es que el enfoque dominante sigue siendo neoliberal. Lo que significa que consideran a la Economía Solidaria (y el cooperativismo dentro de ella) como ‘una especie de subeconomía paliativa, en donde los inadaptados al mercado recuperan su empleabilidad convirtiéndose en empresarios de ellos mismos a la espera de que la mano invisible del mercado, una vez liberada de las rigideces impuestas por el Estado intervencionista, vuelva a proporcionarles un trabajo asalariado en las empresas capitalistas, la únicas eficientes‘[16].
Cooperativismo y Tradiciones Políticas
La historia del movimiento cooperativo y mutualista demuestra que como fenómeno social no es patrimonio de una particular tradición política: hubo ‘socialistas que pretendían una clase trabajadora emancipada de facto (combinando la creación de empresas de trabaja-
dores-propietarios con el sindicalismo y la lucha político-parlamentaria); conservadores que pretendían construir un muro de contención ante una posible revolución socialista; anarquistas en favor de un modelo de sociedad fundamentado en la autogestión social; reformistas cristianos que han seguido los postulados de la doctrina social de la Iglesia; nacionalistas con visión de construir una nación igualitaria sin clases sociales, etc‘[17]
El cooperativismo en Chile fue estandarte de corrientes anarquistas y socialistas utópicas; parte del diseño de ‘socialismo tocopillano’ de Luis Emilio Recabarren[18]; pilar en las políticas desarrollistas para el mundo rural durante los gobiernos radicales, como herramienta de revolución preventiva para el comunitarismo cristiano de los sesenta (alineado con la Alianza para el Progreso);[19] y modelo organizativo con el que se profundiza la reforma agraria para las clases populares, campesinas y comunidades mapuche durante el gobierno de Salvador Allende.
Transcurrida la dictadura y tras décadas de gobiernos civiles, el arco de tradiciones políticas asociadas al cooperativismo sigue siendo múltiple. En torno a ciertas cooperativas se organizan franjas reaccionarias del empresariado agrícola, un grueso del sector es ambivalente entre posturas socialdemócrata y el – antes descrito – enfoque neoliberal, así como surgen otras, abiertamente anticapitalistas – como la Confederación de Cooperativas Trasol[20]– que intenta complementar su actividad económica y educativa con un desplegarse nacional e internacionalmente imbricándose con las luchas y resistencias políticas del continente.
Dentro de las corrientes – diremos – de corte postcapitalista, los enfoques tampoco son unívocos: sigue siendo palpable una visión romántica, que ve en las cooperativas la prefiguración de la sociedad utópica futura; contrapuesta a otra que arrancando del presente, ve en el cooperativismo, más que una anticipación dogmática del mundo[21], la demostración práctica ‘con hechos, no con simples argumentos, que la producción en gran escala y al nivel de las exigencias de la ciencia moderna, puede prescindir de la clase de los patronos‘[22].
Notas para una política cooperativa desde la izquierda
Llegados a este punto, en una etapa de la historia política de Chile en la que abunda la perplejidad, liviandad en las discusiones estratégica, alta capacidad de movilización y despliegue comunicacional, pero desidia asociativa, resulta conveniente relevar la cuestión de la mutualidad y el cooperativismo como presupuesto para la conformación de cualquier cultura política posible. Y para ello no es necesario ‘inventar’ la rueda. Basta con leer las fuerzas dinámicas actuales que brotan como resistencia y respuesta a la agresividad capitalista. Los problemas de la conducción y orientación de la fuerza, del proyecto societal, de la necesidad de una democratización de la economía y reapropiación de las funciones públicas, vendrán en tanto se va forjando y acrecentando la fuerza propia en una nueva sociabilidad.
La izquierda que impulse una política cooperativista debe comprender que a dicha heterogeneidad se suman, día a día, un importante número de cooperativas de trabajo del precariado cuya única ideología es, por ahora, la de la necesidad.
Frente a la tentación de arropar la política cooperativista con discursos románticos y celebratorios ideológicamente, no debe perderse de vista que el objetivo estratégico relevante es mejorar la posición organizativa de la clase trabajadora tanto para mejorar su vida como para resistir los embates de un capitalismo que sólo sabe acelerar.
La nueva izquierda que impulse una política cooperativa debe ser respetuosa de sus procesos evitando toda práctica de suplantación o clientelización.
A los partidos de la nueva izquierda les haría bien observar con atención y aprender sobre las nuevas formas de mutualidad y cooperación que representan las tendencias actuales del cooperativismo que huyen y responden a la inseguridad económica consecuencia del modelo laboral chileno. Las que, sin proponérselo y seguramente con un montón de errores y dificultades, deben consolidar culturas organizativas, rutinas colectivas para sobrevivir, a contrapelo de todos los agresivos desincentivos para lograrlo. Muchas fracasarán pero la fuerza de la necesidad, ciertamente, será partera de experiencias novedosas.
Si los partidos de la nueva izquierda se deciden a construir contrapesos a la tendencia de constituirse como un híbrido entre agencia publicitaria y productora movilizadora de adhesiones electorales; bien le haría nutrirse de las fórmulas asociativas y sobretodo pedagógico políticas que se vayan asentando con cierto éxito.
La función de una política cooperativa desde la izquierda en el ámbito de las reformas legales, debe ser la de ensanchar los cauces para incrementar la organización independiente de la clase trabajadora: eso significa insistir con el sindicalismo y la defensa de los derechos colectivos del trabajo y estimular las nuevas formas de cooperación y mutualidad. Impulsar reformas democratizadoras orientadas a edificar un entorno jurídico (tributarios, formas de constitución) e institucional, que inviten a la creación y conversión de/en nuevas cooperativas, así como su mantención en el tiempo. Las experiencias entre municipalismo y cooperativismo sin duda entregarán importantes enseñanzas. Una política cooperativista debe favorecer las posibilidades de federarse y confederarse con tal que adquieran presencia en la vida pública y aumente en intensidad sus transacciones intercooperativas.
Una izquierda que intente promover una política cooperativa en serio debe sustraerse de la proclama buenista, o peor aún, del discurso del emprendimiento con responsabilidad social (que inunda el mundo de los startup y las empresas b). Debe reconocer a las fuerzas vivas del cooperativismo y la nueva mutualidad como lo que son y en buena parte serán: masas pujantes de trabajadoras y trabajadores precarios que huyen de la inseguridad económica y la desprotección laboral y que se encuentran tan ávidos como presionados a consolidar fórmulas asociativas para cambiar su vida y cambiar la vida.
[1] Informe Mensual Calidad del Empleo (IMCE) Febrero – Abril 2018 Enlace: http://www.fundacionsol.cl/estudios/imce-fma-2018/
[2] sea esta la contenida en el Código del Trabajo o el Estatuto Administrativo,
[3] Capitalismo desatado, pertinente denominación del capitalismo actual acuñada por eleconomista de izquierda Andrew Glyn, Enlace: http://www.sinpermiso.info/textos/el-capitalismo-desatado-entrevista
[4] Noticia: ‘Casi un 50% en dos años: Las razones del notable aumento de cooperativas activas en el país’ Enlace; https://cooperativas.emol.com/noticias/casi-un-50-en-dos-anos-las-razones-del-notable-aumento-de-cooperativas-activas-en-el-pais/
[5] Revista Idelcoop, N° 218, “Cooperativas y estado subsidiario en el Chile posdictadura 1990-2015”,
marzo de 2016. Enlace: https://www.idelcoop.org.ar/sites/www.idelcoop.org.ar/files/revista/articulos/pdf/revista-218-historia-1.pdf
[6] Entidad que reúne al grueso de las federaciones y confederaciones de cooperativas a nivel global.
[7] Grez Toso, Sergio ‘De la regeneración del pueblo a la huelga general; Génesis y evolución histórica del movimiento popular en Chile (1810 – 1890)
[8] Picarte Mujica, Ramón; abogado, matemático e ingeniero, socialista utópico chileno. Siguiendo las ideas de Charles Fourier, intenta en 1865, sin éxito, formar dos falangsterios en las ciudades de San Carlos y Chillán (actual región de Ñuble).
[9] Ernesto Pérez, Mario Radrigán, Gabriela Martini ‘Situación Actual del Cooperativismo en Chile’: http://aprchile.cl/pdfs/Situacion_cooperativismo_en_Chile.pdf
[10] Ernesto Pérez, Mario Radrigán, Gabriela Martini ‘Situación Actual del Cooperativismo en Chile’: http://aprchile.cl/pdfs/Situacion_cooperativismo_en_Chile.pdf
[11] Ernesto Pérez, Mario Radrigán, Gabriela Martini ‘Situación Actual del Cooperativismo en Chile’: http://aprchile.cl/pdfs/Situacion_cooperativismo_en_Chile.pdf
[12] Entre 1970 y 1973 se crearon en 597 cooperativas y apenas se disolvieron 29. Fuente: Departamento de Cooperativas, 1992
[13] Programa de la Unidad Popular. Enlace: http://www.abacq.net/imagineria/frame5b.htm
[14] Ernesto Pérez, Mario Radrigán, Gabriela Martini ‘Situación Actual del Cooperativismo en Chile’: http://aprchile.cl/pdfs/Situacion_cooperativismo_en_Chile.pdf
[15] Expresión tomada el investigador José Tomás Labarca: Revista Idelcoop, N° 218, “Cooperativas y estado subsidiario en el Chile posdictadura 1990-2015”,
marzo de 2016. Enlace: https://www.idelcoop.org.ar/sites/www.idelcoop.org.ar/files/revista/articulos/pdf/revista-218-historia-1.pdf
[16] Jean Louise Laville / Jordi García Jané ‘Crisis Capitalista y Economía Solidaria´ (2009).
[17] Joseba Azkarraga Etxagibel y Larraitz Altuna en ‘Cooperativismo, economía solidaria y paradigma ecológico. Una aproximación conceptual’. (2012).
[18] Salazar, Gabriel./ “Luis Emilio Recabarren y el Municipio Popular en Chile.”
[19] Alianza para el Progreso, Documentos Básicos. Enlace: http://www.memoriachilena.gob.cl/archivos2/pdfs/MC0016012.pdf
[20] El año 2018 fueron anfitriones del III Encuentro Regional Sudamericano de Economía de Lxs Trabajadorxs. Que contó con 300 representantes de Uruguay, Colombia, Brasil, Argentina y Chile.
[21] Expresión utilizada por Karl Marx para referirse a las posturas críticamente a las posturas socialistas utópicas. En Carta a Arnold Ruge (1843)
[22] Marx, Karl. En Manifiesto Inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores (1864).