JMA: El neoliberalismo, como concepto, ha sido utilizado en la mayoría de los debates respecto al capitalismo contemporáneo. Sin embargo, al ser usado tan ampliamente por los medios y la academia, su significado específico se ha difuminado. ¿Cuáles son, a su juicio, los elementos claves del neoliberalismo?
AS: Efectivamente es una terminología que se ha manoseado sobremanera. Algunas veces pareciera hacer referencia simplemente a todo lo que sucede en las sociedades capitalistas contemporáneas, lo cual es ridículo, ya que a no ser que signifique algo más en específico, es redundante.
Por mi parte, pienso que existen tres elementos esenciales para una adecuada definición de neoliberalismo. Primero, la creencia que la mejor forma de organización económica es el mercado con empresas capitalistas y, en la medida de lo posible, sin regulación de parte del Estado, es decir, un Estado pequeño. Allí donde no se pueda tener empresas capitalistas privadas, otras organizaciones deben emular la competencia capitalista; por ejemplo, las universidades tienen que actuar como empresas privadas competitivas, aunque no vendan diplomas como mercancías.
En segundo lugar, el neoliberalismo implica un enorme cambio de poder desde el trabajo al capital, y dentro de ese cambio, el capital financiero se ha vuelto preponderante, ha pasado de ser una posición subordinada, secundaria, meramente de apoyo al resto del capital, a ser una posición en muchos casos dominante y una de las formas más rentables del capital.
Por último, el tercer elemento es cultural: el neoliberalismo afecta a la vida cotidiana. Tal como lo expresó Foucault, este tiende a que nos veamos como empresarios de nosotros mismos: como individuos que debemos vendernos en el mercado, que debemos adaptarnos y cultivarnos, al menos por medio de nuestro currículo vitae para que podamos ser vendibles. Pero va mucho más allá de eso, siendo el objetivo primordial en la vida la búsqueda de dinero y otros bienes externos, especialmente el reconocimiento, de manera que en las universidades lo importante son las veces que un artículo es citado y cuál es su impacto, o el de la revista en donde fue publicado, lo que vendría a ser su precio. La consecuencia de esta tendencia es que los bienes internos – la verdadera calidad del trabajo y la satisfacción que se produce al experimentar, argumentar e investigar – quedan en segundo plano o se corrompen.
En una cultura completamente neoliberal, todo el mundo sabría el precio de todo, pero el valor de nada.
Efectivamente. Como usted ya sabe, el neoliberalismo también ha tenido un impacto importante en el pensamiento económico, de modo que, por ejemplo, hoy en día lo que se enseña es básicamente una escuela de pensamiento muy específica, principalmente marginalista y neoclásica. Por eso la importancia de Su libro ‘Why we can’t afford the rich’ que nos da, a los lectores, una vía para abrir el debate económico. De hecho, uno de sus elementos centrales es la reconceptualización de conceptos claves en economía como lo son el ingreso, la inversión y la riqueza. Estos conceptos han tenido significados bien específicos y restrictivos en la economía convencional, por lo que su libro, al traer de vuelta a una serie de economistas largamente olvidados por la academia dominante – como lo son Hobson, Veblen y Marx –, además de hacer una relectura de economistas clásicos que son pilares de la economía dominante – Smith, Mill y Ricardo –, nos presenta distintos enfoques para entender dichos conceptos. ¿Podría explicarnos cuáles son las definiciones de dichos conceptos claves en economía?
Claro. Pues bien, el ingreso es básicamente dinero que se obtiene de parte de otras personas. Por supuesto, puedes obtener un ingreso si es que alguien te da dinero solo porque cree que debe hacerlo, como cuando los padres les dan mesada a sus hijos, lo que es básicamente un ingreso para el niño – no tiene por qué ser en retribución de algo. Podría ser que el Estado te de dinero si es que no estás en capacidad para trabajar, lo que también es un tipo de ingreso. Pero más allá de estos casos, para obtener un ingreso tú debes producir algo que alguien más desee comprar – bienes o servicios – o controlar algo que otras personas necesiten, para lo que puedes cobrarles por aquello. Desde el punto de vista de la justificación, ambos son completamente diferentes. Por eso es crucial distinguir entre el ingreso merecido (earned income) y el ingreso no merecido (unearned income), ya que si estás produciendo bienes y servicios para intercambiar por ingresos, existe una sensación de que te lo has ganado y que lo mereces, pero si simplemente controlas, digamos, algún terreno – y por ende otras personas no tienen acceso al mismo –, puedes cobrarles por usarlo. No creaste la tierra ni produjiste nada en términos de bienes y servicios que justifique ese ingreso. Por tanto, ese ingreso no sería merecido. Simplemente parasita del trabajo de otros ya que si cobras, digamos, mil dólares por usarlo, puedes comprar bienes y servicios que otras personas producen sin tú tener que producir nada a cambio. Esto significa que otras personas en algún punto de la economía te están manteniendo sin que aportes nada a cambio. Eso es ingreso no merecido. Obviamente las personas pueden tener una mezcla de ingreso merecido y no merecido, pero analítica, ética y políticamente, la diferencia es crucial.
¿Y con respecto a las inversiones?
Los diferentes significados de la noción de inversión son cruciales, pero suelen no tomarse en cuenta. La inversión tiende a ser vista simplemente como creación de riqueza. Podría financiar la creación de una nueva tecnología que produzca distintos beneficios o infraestructura que capacite a las personas y les permita ser capaces de generar cambios y de generar riqueza, si se quiere.
Sin embargo, existe un sentido muy distinto de la palabra “inversión”, que hace referencia a cualquier tipo de activo, sea material o financiero, que provea un ingreso, sin importar si resulta en la creación de algo nuevo o no. Por ejemplo, si compro algunas casas y las arriendo, la gente dirá que es una inversión cuando en realidad es una inversión que únicamente extrae riqueza; no se ha creado nada nuevo. Por supuesto algunas veces los dos tipos de inversiones pueden ir de la mano. Quizás cuando inviertes en la creación de algo nuevo y útil, puedas recibir parte de las ganancias de vuelta, o quizás no. También pueden existir de forma independiente: podrías invertir o crear algo útil para otros sin que obtengas algún beneficio, o bien tu inversión te puede retribuir ganancias sin haber creado nada nuevo y, por tanto, ser sencillamente extractiva. Por tanto, debemos distinguir a qué nos referimos cuando hablamos de inversión. Generalmente el primer significado es usado para ocultar el segundo. Lo que el sector financiero tiende a hacer es invertir en el segundo sentido. Por ejemplo, en el Reino Unido, la gran mayoría de los préstamos bancarios se destinan a la compra de propiedades ya existentes y menos del 15% van a negocios productivos.
En cuanto a la riqueza, en una primera instancia puede hacer referencia a bienes y servicios valiosos, pudiendo ampliarse para incluir un buen medioambiente y quizás una buena cultura. A esta idea los economistas políticos clásicos la llamaron el valor de uso de las cosas (use value side of things). ¿Qué uso tienen las cosas y cómo nos benefician? Yo he sostenido que este es el aspecto más importante de la riqueza actualmente. Pero también existe otro sentido del término, que hace referencia al valor monetario de todas estas cosas útiles, más las cosas que solo son activos como acciones o terrenos que proporcionan un ingreso no merecido. Existen, por lo tanto, dos sentidos, el valor de uso (use value sense) y el valor de cambio (exchange value sense).
Es muy interesante la distinción teórica que establece en lo relativo al ingreso, riqueza e inversión. Además establece las diferencias entre creación y extracción de valor, ingreso merecido y no merecido, ¿pero cómo podemos usar dichos conceptos con el propósito de entender el capitalismo contemporáneo? Por ejemplo, uno de los economistas políticos que usted trae nuevamente a la palestra del debate contemporáneo es John Hobson y su dicotomía propiedad/ impropiedad. ¿Nos puede explicar esta dicotomía y cómo nos permite explicar el capitalismo de nuestros días?
La distinción entre el valor de uso y el valor de cambio es extremadamente importante porque algunas veces se puede obtener valor de cambio sin aportar valor de uso, haciendo que ambos de desacoplen. Hobson introdujo la distinción entre propiedad e impropiedad, en donde la propiedad es definida, más acuciosamente que respecto al uso que se le da cotidianamente, para referirse a activos como la casa propia, que es de uno y se necesita diariamente, y también como medios de producción que se necesitan para producir bienes y servicios para uno mismo u otras personas. O bien la propiedad puede ser colectiva – puede ser una cooperativa que tiene propiedad sobre sus propios medios de producción. Sería propiedad de los miembros de la cooperativa ya que ellos la utilizan con un propósito económico al producir bienes y servicios. Lo que es bastante diferente de la impropiedad, que son activos cuyos dueños no utilizan para producir cosas sino para extraer un ingreso no merecido de otras personas que carecen de la propiedad de dichos activos, pero que sin embargo los necesitan o desean.
De modo que, nuevamente, si me apropio de un terreno del que se puede cultivar más de lo que utilizo para mi beneficio, pero que otros necesitan, entonces el terreno se convierte en impropiedad: algo que se posee con el fin de extraer valor de uso de otras personas. Este mismo concepto fue utilizado por R.H. Tawney, solo que a la impropiedad él la llamó ‘propiedad sin una función productiva’ (‘property without function’). Me parece que la distinción también está implícita en la obra de Veblen. Y es una distinción crucial. A menudo los socialistas son bastante escépticos cuando se trata de legitimar cualquier forma de propiedad privada, pero yo no estoy en contra de la propiedad privada en este sentido acucioso, incluso pienso que es realmente importante que también se pueda tener una propiedad social en el sentido que lo plantea Hobson.
El punto que debemos recordar es que la simple propiedad no crea nada. Tal como lo dijo Joan Robinson, “la posesión de propiedad no es una actividad productiva”.[1] Por eso es sumamente importante recordar que el simple hecho de poseer algo, no crea nada. Te podría permitir hacer algo – utilizarlo productivamente. Pero si posees más activos de lo que necesitas, mientras que otros carecen de la suficiente propiedad para acceder a ellos, esto quiere decir que puedes usar esos activos sobrantes como impropiedad y cobrarle a los demás por usarlos.
Me parece que las implicancias políticas de esto son interesantes, pues podría dar sustento a lo que algunos llaman ‘democracia propietaria’ (property-owning democracy), que es distinto a la socialdemocracia. El sentido original del término ‘democracia propietaria’ hacía referencia a una sociedad establecida principalmente bajo el auto empleo y la pequeña producción de mercancías, y no una sociedad capitalista dominada por grandes empresas capitalistas.[2] La socialdemocracia, por el contrario, es un capitalismo regulado para reducir la inequidad a ciertos niveles por medio de un fuerte Estado de bienestar. En las últimas décadas, los neoliberales han (mal) empleado el término democracia propietaria para referirse a sociedades donde la clase media es dueña de sus propias casas y pensiones privadas. Estas casas aumentan su valor aportando capital de ganancia a sus dueños, y las pensiones privadas son construidas como formas de inversión extractoras de riqueza, por lo que la gente común y corriente se convierte en rentistas de medio tiempo, teniendo acceso a fuentes de ingreso no merecido, lo que está muy alejado del sentido originario de la democracia propietaria.
De hecho, John Rawls no fue, en estricto rigor, un defensor de la socialdemocracia sino de la democracia propietaria, en donde cada uno tiene más o menos la misma cantidad de propiedad y, por ende, nadie tiene impropiedad. Y agregaría que si bien la democracia propietaria involucraría mercados, no permitiría el capitalismo porque éste se basa en la impropiedad de los medios de producción.
Cuando se trata de evaluar la legitimidad de la propiedad y la impropiedad, es fácil justificarlas por aquellos que las tienen en términos de sus derechos de usar o disponer de lo que es suyo como les plazca. Sin embargo, primero tenemos que pensar si es que son justificables por parte de aquellos que carecen de propiedad, puesto que los derechos a tener propiedad e impropiedad permiten que sus dueños excluyan a los demás. [3] Nunca debemos olvidarnos que la propiedad (o incluso la impropiedad) no es simplemente una relación entre personas y cosas, sino entre personas: es una relación social.
Respecto a la forma en que se acumula el capitalismo actualmente, ¿por qué cree que está más enfocado en la extracción y creación de riqueza? ¿Qué entiende por capitalismo rentista?
Durante mis ratos libres veo bastantes videos y libros sobre cómo hacerse rico, y en general el mensaje es que es poco probable que uno se haga rico trabajando duro, incluso, trabajar duro no es siquiera una condición necesaria, lo que se necesita para lograrlo es lo que en Estados Unidos, especialmente, llaman ‘ingreso pasivo’, el cual es un eufemismo para ingreso no merecido.
Lo que se está diciendo en estos libros y videos, es que debes tener control de los activos que otras personas necesitan, así obtienes ingresos sin trabajar. Esto es la impropiedad. Y puede tomar muchas formas diferentes, como prestar dinero que cosecha interés, sin que el prestamista produzca algo a cambio, o poseer acciones que generan dividendos y aumentan los precios, sin que el dueño contribuya en nada a la producción, ya que la mayoría de las acciones que se venden en el mercado accionario son de segunda mano. Quien compra este tipo de acciones no está invirtiendo dinero en la compañía, lo que hace, sencillamente, es pagarle al anterior dueño de la acción sin aportar nada verdaderamente. Entonces, si miras a cualquier millonario, verás que es probable que tenga fuentes de ingreso no merecido.
Quienes a menudo son usados como ejemplos, son las estrellas de futbol como Messi, o estrellas de la música como Beyoncé, quienes sí trabajan, efectivamente. Ellos tienen un alto nivel de ingresos, aunque no están ni siquiera cerca de lo que ganan personas como Bill Gates. Ellos tienen el monopolio de ciertas habilidades y entregan un servicio que es muy valorado, y donde probablemente dedicaron años trabajando para obtener sus habilidades. Sin embargo, sus enormes riquezas se deben principalmente de la renta que reciben de las redes de distribución. En este caso, pueden usar su poder de mercado para tener una mezcla de ingresos merecidos e ingresos no merecidos.[4]
Esto es muy interesante porque en la literatura latinoamericana de economía política también existen varias categorías respecto a esta forma de capitalismo. Recuerdo a André Gunder Frank definiendo a la burguesía regional como lumpenburguesía, pues era incapaz de cumplir su promesa de desarrollar las fuerzas productivas y, por el contrario, se queda estancada en la acumulación comercial y extractiva al controlar ciertos recursos naturales, pero incapaces de usar esos ingresos para aumentar la capacidad productiva y tecnológica del territorio.
Sin embargo, es muy interesante su mirada sobre el carácter rentista del capitalismo actual, considerando que el neoliberalismo, al menos en Latinoamérica, tiene como uno de sus objetivos primordiales precisamente eliminar la dinámica rentista que se cristalizó, de acuerdo a ellos, en el periodo desarrollista (1938-1980). Economistas neoliberales como A. Krueger, J. Bhagwati o M. Olson, justificaron las privatizaciones y la liberalización financiera y comercial precisamente para eliminar a las clases rentistas protegidas por el Estado. ¿Cómo es que entonces el capitalismo rentista contemporáneo surgió del neoliberalismo? ¿De qué manera el libre mercado produce endógenamente a su supuesto adversario?
Así es. Y por lo mismo, aquí debemos distinguir entre la teoría económica-política neoliberal y la política neoliberal. En efecto, en Estados Unidos Milton Friedman sugirió que el impuesto menos dañino sería el que se aplica a bienes inmuebles sobre el valor de la tierra sin mejoras. En ese sentido, él fue un promotor de la tributación sobre el valor de la tierra. De hecho, Friedman, para defender su posición, citó incluso a Henry George, quien hizo campaña en Estados Unidos para eliminar las rentas a través de un profundo sistema impositivo, ya que consideraba las rentas como pérdida de recursos para la producción capitalista. Si bien Henry George fue pro-capitalista, vio en las rentas no solo una fuente de ingresos que no cumplía ninguna función, sino además restringía la producción capitalista. Pues bien, Friedman concordaba con George, pero creo que políticamente el neoliberalismo solo podía despegar y crecer si era un discurso aceptable para los ricos y los grupos mejor posicionados, ya que estos debían gran parte de sus riquezas al control de dicha impropiedad. Para ellos, es un excelente almacén de riqueza. Por tanto, no debiéramos sorprendernos que aquella parte de la teoría fuera desechada. Pero también, si quieres darle prioridad a los elementos relativos a la desregulación de los mercados y a la reducción del Estado, entonces puedes entender por qué personas que creen en ello no estarán dispuestas a regular las ganancias sobre la tierra y otras formas de propiedad de activos.
A su vez, existen otras formas de ‘justificación’ de los principales elementos de la política económica neoliberal. Por ejemplo, un sólido mercado de valores y un amplio poder de los accionistas (shareholders) son constantemente defendidos como bases de un mercado eficiente para las compañías, donde se sostiene que solo los que están más dispuestos a tomar riesgos e invertir en ellas llegan a ser los dueños.
Pasando del análisis de la ideología y funcionamiento interno del capitalismo rentista contemporáneo, ¿existe una relación entre este tipo de acumulación rentista de las elites, la crisis financiera de 2008 y la actual situación de estancamiento secular en el mundo desarrollado?
Sin duda. En términos generales, el capitalismo rentista da prioridad a las ganancias de corto plazo y a maximizar los ingresos de los accionistas – o sea, extracción en detrimento de la creación de riquezas. La desregulación financiera de la década de los ochenta permitió una masiva creación de deuda, particularmente aquella relacionada a la propiedad inmobiliaria. Pero la deuda necesita estar vinculada a la creación de riqueza, en tanto el pago de la deuda depende del continuo crecimiento económico, pero al mismo tiempo, el capitalismo rentista desincentiva la inversión productiva y se enfoca en las inversiones extractivas e improductivas. Por lo tanto, por un lado la desregulación abre las puertas para mayores deudas, pero por otro lado, restringe los medios a través del cual esta puede ser pagada. Esa tensión es a mi modo de ver el vínculo principal entre el capitalismo rentista y la crisis financiera.
Otros académicos han sostenido que en los últimos 40 años se ha vuelto más difícil obtener ganancias en forma productiva en el capitalismo anglosajón, y por lo tanto los capitalistas han redirigido sus excedentes hacia lo que David Harvey denomina ‘el circuito secundario del capital’, centrado en el sector inmobiliario y las finanzas.
Para Hayek el mercado tiene una especie de racionalidad impersonal que es superior a la comprensión o criterio de cualquier individuo y, por lo tanto, el mercado debe ser dejado que funcione sin interferencias externas, al margen si de aquello se deriva un capitalismo rentista o no. Por cierto, existe otra diferencia entre la doctrina neoliberal y su discurso político y aplicación práctica: Hayek -y Friedman- sabían que el mercado no era muy bueno para recompensar el mérito y el esfuerzo, y su funcionamiento en este ámbito era más parecido a una lotería. Ambos eran bien abiertos a reconocer esto, pero los políticos neoliberales no admitirán esta verdad, debido a que se transformarían en una clara desventaja electoral. En vez de ello, dichos políticos sostienen que las fortunas individuales dependen de los respectivos méritos y esfuerzos: tú y únicamente tú eres responsable de ti mismo, y si trabajas duro serás recompensado.
En su libro no solo critica al capitalismo rentista por su forma de acumulación y sus resultados, como el estancamiento secular o las enormes desigualdades que vemos hoy en día en el mundo anglosajón, sino también en su insustentabilidad ambiental. En ese sentido, ¿qué piensa del movimiento por el decrecimiento que parte de la izquierda está llevando a cabo actualmente?
Primero que todo, creo que el cambio climático es, sin lugar a dudas, el problema más serio que tenemos hoy como humanidad. Si el sistema financiera se derrumba, este podría eventualmente solucionarse, pero si el calentamiento global continúa llegará un punto en que ya no será reversible. Por tanto, este fenómeno se convierte en una prioridad para cualquiera preocupado por el futuro de la sociedad. No me atrevo a decir si es apropiado para Chile el decrecimiento, pero en países ricos la idea de un crecimiento sin límites en un mundo finito es una locura y por lo tanto, el decrecimiento o crecimiento-cero debe ser discutido.
En lo relativo al denominado ‘crecimiento verde’, considero que esta opción es inviable porque la tasa de descarbonización de la economía es demasiado lenta para compensar los efectos del crecimiento de la población y el aumento de las emisiones de carbón, por lo que no revertirá el calentamiento global. Creo por lo tanto que en países ricos los privilegiados y los ricos deben cortar su consumo lujoso, por lo menos por unas décadas. Y sé que esto es probablemente políticamente imposible pero eso es exactamente lo que necesitamos; uno debe decir lo que es necesario. Más importante, el crecimiento no debería ser el objetivo principal de la política económica. Debería ser uno entre diferentes posibles medios para alcanzar tres objetivos: 1) sustentabilidad, 2) bienestar y 3) justicia social y económica. Si el crecimiento que se está promoviendo apoya dichos elementos objetivos, pues bien, si no, no lo necesitamos. Si los daña, definitivamente no debiéramos seguir esa ruta de crecimiento.
Por lo tanto, el objetivo político debe ser una forma de vida mejor, sustentable y justa. Algunos sectores deben crecer – evidentemente fuentes de energía carbón-neutral – y otros deben ser reducidos rápidamente, pero en países ricos, el crecimiento no debiera ser un objetivo político. Es verdad que sin crecimiento el capitalismo entra en dificultades, pero yo no quiero defender un capitalismo productivo en vez de uno rentista como el que tenemos hoy. De hecho, yo estoy a favor de un socialismo de mercado verde. Esto significa que la gente tiene derechos de propiedad sobre las empresas en que trabajan, pero muchas de dichas empresas estarán produciendo para los mercados, en algún grado en competencia con otras, en vez de estar produciendo para monopolios nacionalizados. Pero quiero enfatizar el aspecto verde: sustentabilidad no es solo algo que sería ‘deseable de tener’ sino una necesidad para la sobrevivencia en el largo plazo de las sociedades humanas.
Hablando sobre el futuro y el proyecto alternativo, es verdad que el capitalismo rentista actual no solo está poniendo en jaque la tradicional promesa del capitalismo de un desarrollo permanente de las fuerzas productivas sino también, a través de la desigualdad, está minando el propio sistema democrático. Acaba de mencionar algo respecto al socialismo verde de mercado, pero ¿qué es lo que se debe hacer? ¿Qué alternativas considera necesarias para afrontar este capitalismo rentista? Piketty ha sugerido un impuesto global al capital, Varoufakis ha propuesto un mercado de capitales en donde los productores puedan tener un porcentaje de las acciones de las empresas y derivar en ser, de alguna forma, dueños de las empresas. ¿Cuáles cree que deberían ser los objetivos que deben proponer los movimientos que hoy en día luchan por la democracia en contraposición al capitalismo rentista? ¿Puede profundizar un poco en su idea de socialismo verde de mercado?
Primero, concuerdo con Piketty y Varoufakis, y aunque sería difícil tener un sistema impositivo global, grandes bloques como la Unión Europea podrían tener un impuesto a la riqueza. Y definitivamente, deberíamos dar a los trabajadores un porcentaje del control y propiedad de las empresas en que trabajan, tanto como un mecanismo para debilitar el poder del capital, como una forma de justicia económica: los trabajadores debiesen tener una voz en lo que respecta a los ingresos que su trabajo genera. Deberíamos tener considerablemente mayores impuestos a los ingresos no merecidos, incluidos la herencia, y menores impuestos a los ingresos merecidos. No sé si sucede en Chile, pero en Inglaterra existe un fenómeno muy extraño donde la gente ha terminado aceptando impuestos al trabajo que realizan, pero se molestan mucho cuando se habla de impuestos a la herencia, que después de todo provee a los beneficiarios con ganancias excepcionales y no derivadas del trabajo propio – ‘algo a cambio de nada’ –, y peor, aquellos que reciben mayores herencias son los que ya son muy ricos. Es algo bizarro, ¿no lo crees?
Necesitamos impuestos sobre los bienes inmobiliarios (land value tax), ya sea por razones de justicia y porque son bienes que sus dueños no pueden evadir. El problema es que es muy difícil intervenir en el mercado inmobiliario sin chocar con el valor de los hogares de la gente, pudiéndolos conducir a una situación denominada ‘patrimonios negativos’, donde el valor del hogar es más bajo que la deuda que aún deben al banco. Aquello, por supuesto, crearía muchos problemas para mucha gente, tanto económicos como políticos, por lo que los impuestos sobre los bienes inmobiliarios deberán aplicarse en forma gradual. Otro mecanismo es la construcción de viviendas sociales. La renta que se cobre por ellas deberá ser democráticamente controlada, y es importante que los arrendatarios tengan voz en las decisiones relativas a dichas viviendas.
El problema político es que varios países, incluidos Inglaterra, muchas personas son en la práctica rentistas de corto plazo o están en camino a convertirse en uno. Si tú tienes una casa, podrías quizás obtener un ingreso no merecido de la inflación de su valor. Asimismo, si tienes una pensión privada a través de tu trabajo o en forma independiente, dicha pensión es probable que sea invertida principalmente en formas extractivas de inversiones. Por lo que, evidentemente, sin siquiera percatarse, muchas personas están amarradas a los intereses rentistas. Esto implica que si una política gubernamental radical resulta en un desplome del mercado de valores, las pensiones de muchas personas están amenazadas. En ese sentido es necesario aumentar las pensiones públicas basadas en las necesidades de las personas, mientras se reducen las pensiones privadas basadas en inversiones extractivas. Sin embargo, si ahorras algo de dinero mientras trabajas y luego inviertes en forma productiva en vez de extractiva, entonces creo que hay una justificación en obtener ganancias a partir de aquello.
En otras palabras, una de las dificultades políticas es que las dinámicas rentistas van más allá de los ricos y los super-ricos y existe en formas modestas que proveen a mucha gente – principalmente clase media – con algunos ingresos no merecidos. Por otro lado, con el crecimiento del rentismo, un creciente número de personas están en lo que llamamos la ‘generación de rentas’ – jóvenes que no pueden comprar una casa, por ejemplo, debido a las medidas de austeridad y el surgimiento de las economías gigs (economía de los pequeños encargos), contrato hora-cero, etc., pero al mismo tiempo están pagando grandes cantidades de dinero a los arrendatarios. Por lo tanto, políticamente ellos debiesen estar a favor de terminar con el rentismo.
Evidentemente, re-educar a la gente es un proyecto de largo plazo, pero el neoliberalismo también fue un proyecto de largo plazo que implicó una cierta re-educación de la población, llevándolos a pensar menos en términos del bienestar público y más en términos de ser responsables individuales por todo, y culpándose a sí mismos de lo que son los problemas estructurales propios de la economía neoliberal. El desafío, entonces, es transformar esta forma individualista de vida y hacer que las formas de organización económica más colectivas sean mucho más atractivas para las personas.
[1] Joan Robinson, An Essay on Marxian Economics (London: Macmillan, 1966).
[2] Sobre el tema, recomiendo lo siguiente: Anderson, E. (2017) Private Goverment, Princeton, NJ: Princeton University Press; O’Neill, M. and Williamson, T. (eds) (2014) Property-Owning Democracy: Rawls and Beyond, Oxford: Wiley Blackwell.
[3] Sobre este punto, recomiendo a Waldron, J (2009) ‘Community and property – for those who have neither’. Theoretical Inquiries in Law, 10 (1). Pp. 161-192.
[4] Un artículo infaltable respecto al tema es Rosen, S (1981) ‘The economics of superstars’. The American Economic Review, Vol. 71 (5) pp. 845-858