Por: George Lakely | wagingnonviolence.org | Publicación Original: Julio 12, 2017 | Traducción: Francisco Larrabe
Mientras que muchos de nosotros trabajamos para crear un mejor mundo, vale la pena considerar otros países en donde masas de ciudadanos tuvieron éxito en la lucha no violenta y lograron implantar un alto nivel de democracia y justicia económica. Suecia y Noruega, por ejemplo, experimentaron un gran cambio de poder en 1930 después de una prolongada lucha no violenta. “Despidieron” al uno por ciento más rico, aquel que establecía el horizonte de la sociedad, y crearon las bases para algo distinto.
Ambos países tenían una historia de espantosa pobreza. Cuando el uno por ciento más rico tenía el control, cientos de miles de personas emigraron para evitar morir de hambre. Sin embargo, bajo el liderazgo de la clase trabajadora ambos países lograron construir robustas y exitosas economías que casi eliminaron la pobreza, expandieron la educación universal gratuita, abolieron los barrios de extrema pobreza, proveyeron un excelente servicio de salud disponible para todos como derecho y crearon un sistema de pleno empleo. A diferencia de los noruegos, los suecos no encontraron petróleo, pero esto no les impidió construir lo que el último CIA World Factbook (Libro Mundial de Hechos de la CIA) llama “un estándar de vida envidiable.”
Ninguno de estos países es una utopía, y los lectores de novelas de crímenes escritas por Stieg Larrson, Henning Mankell y Jo NesbØ lo saben. Estos autores, críticos de la izquierda, hacen lo posible para que Noruega y Suecia continúen en la senda para ser sociedades mucho más justas. Sin embargo, como activista estadounidense que soy y cuyo primer encuentro con Noruega fue siendo un estudiante en 1959, donde aprendí de su lenguaje y cultura, sus logros alcanzados me asombraron. Aún recuerdo, por ejemplo, pedalear durante horas por una pequeña ciudad industrial esperando encontrar, en vano, casas que estuviesen bajo el estándar. Algunas veces, y resistiéndome a creer lo que veía, me inventaba causas que “explicaran” las diferencias que veía: “es un país pequeño”, “es homogéneo”, “un consenso valórico”. Al final me di por vencido de tratar de imponer mi marco referencial a ambos países y descubrí la verdadera razón: sus propias historias.
Pronto comencé a descubrir que tanto suecos como noruegos pagaron un precio por su estándar de vida por medio de la lucha no violenta. Hubo un tiempo en que los trabajadores escandinavos no confiaban en que la vía electoral pudiera generar los cambios en que ellos creían. Se dieron cuenta que si el uno por ciento seguía a cargo, la “democracia” electoral era desfavorable para ellos, por tanto la acción no violenta era necesaria para llevar a cabo el cambio de poder.
En ambos países las tropas salieron a defender al uno por ciento. Muchas personas murieron. El galardonado cineasta sueco Bo Widerberg contó muy vívidamente la historia de Suecia en la película Ådalen 31, la cual muestra a los huelguistas asesinados en 1931 y los primeros destellos de una huelga general a nivel nacional. (Se puede leer más acerca de este caso en un artículo de Max Rennebohm en Global Nonviolent Action Database).
Para los noruegos fue un periodo mucho más difícil al organizar un movimiento popular cohesionado, ya que la pequeña población de Noruega – cerca de tres millones – estaba repartida en un territorio del tamaño de Inglaterra. Las personas estaban divididas por montañas y fiordos, y hablaban dialectos regionales en valles aislados. En el siglo XIX, Noruega estuvo gobernado por Dinamarca y luego por Suecia; en el contexto europeo los noruegos eran el “país palurdo”, de poca relevancia. No siendo hasta 1905 que Noruega finalmente logra la independencia.
Cuando los trabajadores formaron sindicatos a principios del 1900, por lo general se inclinaron hacia el marxismo, organizándose ya sea para la revolución como para los triunfos inmediatos. Estaban tan extasiados por el derrocamiento al Zar de Rusia, que el Partido Laborista Noruego se unió a la Internacional Comunista organizada por Lenin. Sin embargo, no permanecieron por mucho tiempo. Una de las razones por las que los noruegos se apartaron de la estrategia de Lenin se debe al rol de la violencia: los noruegos deseaban ganar su revolución por medio de una lucha colectiva no violenta, además del establecimiento de cooperativas y la utilización de la arena electoral.
En los años veinte, las huelgas escalaron en intensidad. La ciudad de Hammerfest formó una comuna en 1921 liderada por consejos de trabajadores; las fuerzas armadas intervinieron para aplastarla. La respuesta de los trabajadores fue una huelga nacional. Los empleadores, respaldados por el estado, repelieron aquella huelga, pero los trabajadores emergieron otra vez en la huelga de los trabajadores del acero 1923-24.
El uno por ciento más rico de Noruega decidió no depender solamente del ejército; en 1926 formaron un movimiento social llamado Liga Patriótica, reclutando principalmente a miembros de la clase media. Ya para los años treinta la Liga contaba con casi cien mil inscritos para la protección armada de los rompe huelgas – ¡recordar que es un país de solo 3 millones de habitantes!
El Partido Laborista, en tanto, abrió sus inscripciones a cualquier persona, estuviese o no sindicalizado. La clase media marxista y algunos reformadores se unieron al partido. Muchos trabajadores agrarios se unieron, como también algunos pequeños terratenientes. Los líderes del partido entendieron que en una lucha de larga duración, la difusión constante y la organización eran necesarias para una campaña no violenta. En medio de la creciente polarización, en 1928 los trabajadores noruegos lanzaron otra oleada de huelgas y boicots.
La depresión tocó fondo en 1931. Siendo Noruega el país con más desempleados de entre los otros países nórdicos. A diferencia de Estados Unidos, el movimiento sindicalista noruego mantuvo a los desempleados como miembros a pesar de no poder pagas sus cuotas. Esta decisión rindió sus frutos en movilizaciones masivas. Cuando la federación de empleadores bloqueó el acceso de los trabajadores a las fábricas para intentar forzar una reducción de los salarios, los trabajadores contraatacaron con manifestaciones masivas.
Muchos granjeros se encontraron con que sus hipotecas estaban en peligro. (¿Suena familiar?)La depresión continuaba y los granjeros no estaban en condiciones de seguir pagando sus deudas. A medida que la turbulencia azotaba al sector rural, las multitudes se aglomeraban de forma pacífica para evitar que familias fueran desalojadas de sus granjas. El Partido Agrario, que incluía a muchos granjeros y había estado previamente aliada con el Partido Conservador, comenzó a distanciarse del uno por ciento más rico; algunos lograron darse cuenta que la habilidad de los pocos por gobernar a la mayoría estaba en duda.
Para 1935, Noruega estaba al borde del colapso. El gobierno, liderado por los Conservadores, estaba perdiendo legitimidad a diario; el uno por ciento se desesperaba cada vez más a medida que la militancia crecía entre trabajadores y granjeros. La completa destrucción [del uno por ciento] podía estar a un par de años de distancia, pensaban los obreros radicales. Sin embargo, la miseria de los pobres cobraba mayor urgencia día a día, y el Partido Laborista sentía una creciente presión de parte de sus miembros para que aliviaran su sufrimiento, cosa que solo podían hacer si tomaban el mando del gobierno en un acuerdo de compromiso con el otro bando.
Y así se hizo. Con un compromiso que permitía a los dueños a mantener el derecho a poseer y administrar las empresas, el Partido Laborista tomó en 1935 las riendas del gobierno en coalición con el Partido Agrario. Entre ellos expandieron la economía e iniciaron proyectos de obras públicas destinados a una política de pleno empleo que se convirtió en la piedra angular de la economía política noruega. El éxito del Partido Laborista y la militancia permanente de los trabajadores permitió avances constantes en contra de los privilegios del uno por ciento, hasta el punto que la mayoría de las propiedades de todas las empresas estaba en control del interés público. (Existe una entrada sobre este caso en el Global Nonviolent Action Database).
De esta manera el 1% perdió la capacidad de dominar la economía y la sociedad. No pudiendo ser sino hasta 30 años más tarde que el Partido Conservador regresara al poder bajo una coalición y teniendo que aceptar las nuevas reglas del juego, incluyendo el alto grado de propiedad pública de los medios de producción, impuestos extremadamente progresivos, una fuerte regulación de las empresas en base al bien público y la casi total abolición de la pobreza. Cuando los conservadores eventualmente intentaron usar políticas neoliberales, la economía generó una burbuja que los condujo casi al desastre. (¿Suena familiar?)
Los laboristas intercedieron apropiándose de los tres mayores bancos, despidieron a los altos ejecutivos, dejaron a los accionistas sin un centavo y se rehusaron a salvar a los bancos pequeños. El saneado sector financiero noruego no entró en crisis el 2008; con una cuidadosa regulación y la mayoría de las propiedades de dominio público, el sector era sólido.
Y a pesar que los noruegos no te cuentan esto al momento de conocerlos, lo que permanece en los hechos es que el alto nivel de libertad y prosperidad distribuida en toda la sociedad comenzó cuando trabajadores y agricultores, junto con la clase media como aliados, llevaron a cabo una lucha no violenta que le dio poder a las personas para gobernar por el bien común.