Por Ben Burgis 18|02|2020 para Jacobin Magazine
Traducción por Francisco Larrabe
Jeff Bezos está donando billones de dólares a través de su nueva fundación. Sin embargo, tal como sostiene Alexandria Ocasio-Cortez, necesitamos redistribuir su poder, no solo su riqueza.
El día lunes en la mañana, Jeff Bezos anunció la creación de una nueva fundación medioambiental por 10 billones de dólares, la Bezos Earth Fund. Situándola por sobre los 2 billones de dólares que ya comprometió a la Bezos Family Foundation para la construcción de escuelas preescolares y combatir la indigencia.
La cantidad de dinero sumado representa una fracción de su riqueza, y Bezos tiene un historial de obstaculizar los esfuerzos políticos para abordar algunos de los mismos problemas que él busca resolver con su caridad. Aún así, muchos dirían que sus esfuerzos siguen siendo loables.
En un debate con Ta-Nehisi Coates llevado a cabo en el día de Martin Luther King Jr., Alexandria Ocasio-Cortez abogó por una perspectiva muy distinta. Si Jeff Bezos “quiere ser una buena persona”, dijo, debería “convertir a Amazon en una cooperativa de trabajadores”. Ocasio-Cortez sostuvo que nuestro principal mensaje hacia los billonarios no debería ser que queremos redistribuir su dinero. Por el contrario, debería ser “que queremos su poder”.
Al plantear esta distinción, la congresista Ocasio-Cortez le estaba dando voz a una idea con profundas raíces en el pensamiento socialista: que la distribución desigual de la riqueza es solo un síntoma del problema aún más profundo que es la distribución desigual de poder económico.
Para comprender su punto, consideremos uno de los indicadores de desigualdad de riqueza citado con mayor frecuencia: que el promedio de los CEO de Estados Unidos ganan 265 veces el salario de un trabajador estadounidense promedio. (Esta es en realidad una de las estimaciones más conservadoras. Un análisis publicado por el ex congresista de Minnesota, Keith Ellison, establece que la diferencia es de 339 veces a 1.) Allí donde los progresistas no socialistas piensan que la solución apropiada para la excesiva desigualdad consiste en impuestos redistributivos, los socialistas piensan que el problema subyacente es quién define las escalas de pagos en primer lugar.
Un ejemplo empírico que resulta interesante, es el caso de la Corporación Mondragon en la región Vasca de España. Con ochenta y cinco mil trabajadores-dueños, es la más grande cooperativa de trabajadores del mundo que existe en la actualidad. El CEO español promedio gana 143 veces el salario de un trabajador español promedio. Incluso en un ambiente empresarial donde Mondragon tiene que competir con empresas jerárquicas tradicionales que pueden atraer con altos salarios a los gerentes calificados, la máxima diferencia de sueldo entre el ejecutivo mejor pagado y el trabajador con menor sueldo permitido por política de Mondragon – establecido por la Asamblea General, donde los ochenta y cinco mil trabajadores tienen un voto – tiene un límite de seis a uno.
He sido socialista desde hace tanto tiempo ya, que puedo recordar los periodos en que era impensado escuchar a una de las congresistas más destacadas del país abogar por la transformación de grandes empresas en cooperativas de trabajadores. Considero renovador el cambio. No es de sorprender, sin embargo, que no todos compartan esta reacción.
La crítica libertaria
Michael S. Rozeff sostiene que, dado a que los propios trabajadores de Amazon “hicieron negociaciones de salarios con la empresa y no formaron una cooperativa”, estaban libremente escogiendo la primera opción por sobre la segunda, por lo que si Bezos es una mala persona por no reestructurar Amazon como un cooperativa de trabajadores, sus empleados compartirían dicha culpa.
Liz Wolfe respondió a Ocasio-Cortez en la revista Reason argumentando que una forma de organización cooperativa “es poco factible que funcione en una compañía del tamaño de Amazon”. Wolfe respalda este punto citando un antiguo artículo de John McLaughry que afirma que la vida en “un lugar de trabajo participativo desorganizado” puede generar “problemas de intensidad emocional severa”. Él menciona “ira, llantos, migrañas y otras dolencias provocadas por estrés”. McLaughry concede que estos experimentos pueden funcionar a pesar de estos problemas en casos donde “todos los involucrados provengan de un trasfondo cultural, étnico, racial o político común”, pero afirma que “el éxito es casi imposible” cuando no es este el caso.
Si unimos los puntos de Rozeff, Wolfe y McLaughry, obtenemos las siguientes objeciones para convertir Amazon en una cooperativa de trabajadores:
- A pesar de la inviabilidad de las cooperativas, si los trabajadores de Amazon prefirieron una forma de cooperativa, habrían formado una cooperativa para competir con Amazon.
- Incluso si las cooperativas son por lo general viables, Amazon es demasiado grande para que funcione como tal.
- Los trabajadores de Amazon son demasiado diversos como para manejar una toma de decisiones democrática en conjunto.
- La transición a un espacio de trabajo democrático sería tan estresante y desconcertante, que los trabajadores de Amazon no serían capaces de manejarlo.
Un problema obvio con el primer punto es que este ignora importantes barreras de entrada. Investigaciones respecto a cooperativas de trabajadores muestran que son a lo menos tan eficientes como otras empresas. Una vez que comienzan a funcionar, lo hacen tan bien y duran tanto como cualquier empresa capitalista. El problema no es la mayor tasa de cooperativas que mueren, sino la considerablemente baja tasa de cooperativas que se crean.
Existen muchas razones para esto, pero una razón obvia es que es más fácil atraer inversionistas para un nuevo negocio si puede ofrecerles acciones de la empresa. Por esto es que Karl Marx elogió a las cooperativas de trabajadores como “importantes experimentos sociales” que aportaban una valiosa prueba de que era posible para que la “producción industrial moderna” se llevara a cabo sin una división entre “una clase correspondiente a los dueños” y “una clase de trabajadores”, pero dijo que la transición real hacia una economía sustentada en un espacio laboral democrático requeriría de una batalla política.
La segunda objeción tiene sentido solo sí asumimos, como al parecer lo hacen Wolfe y McLaughry, que convertir a Amazon en una cooperativa de trabajadores se traduciría en espacios de trabajo participativos “sin estructura” – reuniones de masas infinitas haciendo lo posible por llegar a acuerdo en cada asunto. Sin embargo, no hay razones para asumirlo. Los trabajadores (en centros de cumplimiento particulares de Amazon y a lo largo de toda la empresa) podrían elegir una estructura de administración tal como lo hacen en Mondragon.
Sin duda Mondragon no es una panacea. Hay serias críticas a su modelo que los defensores de cooperativas de trabajadores harían bien de abordarlas. Sin embargo, la pregunta no es si convertir a Amazon en una cooperativa resultaría en una alegre utopía libre de alienación para el trabajador. La pregunta es si es que sería mejor.
La mejor respuesta a la tercera objeción es la propia historia del movimiento obrero, la cual ha demostrado una y otra vez en todo el mundo que los trabajadores de diversos trasfondos étnicos, culturales y políticos pueden trabajar juntos en organizaciones democráticas y decidir cuánto quieren recibir de salario, cómo quieren que funcionen sus espacios de trabajo, etc. La única diferencia es que en un lugar de trabajo sindicalizado los trabajadores tienen que negociar con un jefe (quien tiene un poder de negociación mayor) respecto a cuántos de estos planes llegan a buen término. En un lugar de trabajo cooperativo, la decisión democrática de los trabajadores o sus representantes elegidos es la última palabra.
En cuanto a la cuarta objeción, es cierto que tomar las decisiones por sí mismo puede ser estresante y desconcertante. La pregunta es si una cooperativa de trabajadores sería más o menos estresante, desconcertante, agotadora y desmoralizante que trabajar en la rígida estructura jerárquica que Jeff Bezos generalmente impone a sus trabajadores.
Rozeff podría pensar que los trabajadores de Amazon “escogieron” trabajar en la compañía en lugar de emprender negocios por sí mismos, pero la severa desigualdad en el poder de negociación entre una corporación multimillonaria y sus “asociados” atomizados conlleva a que casi ninguna de sus preferencias esté reflejada en las políticas de la compañía. Un 91% “no recomendaría trabajar allí”, 89% se describe como “explotado”, 71% “reportó caminar más de 16 kilómetros por día” durante sus turnos en los centros de cumplimiento, y un 78% “sintió que sus descansos fueron muy breves”.
La ex “asociada” de Amazon, Candice Dixon, reportó tener que escanear un nuevo ítem cada once segundos para cumplir su meta. “Amazon siempre sabía” si ella no cumplía. Esta pesadilla de “tecnología de punta, vigilancia sin cesar y constantes amonestaciones disciplinarias dejaron a Dixon con problemas en su espalda.
Hoy en día no solo no puede trabajar en la compañía, apenas puede “subir escaleras”. Esta experiencia no es inusual. La tasa de lesiones graves en los centros de cumplimiento de Amazon es más del doble del promedio nacional para la industria del almacenamiento – “9.6 lesiones por cada 100 empleados de tiempo completo en 2018, comparado con un promedio de la industria de 4, ese mismo año”.
La propuesta de la congresista Ocasio-Cortez de convertir a Amazon en una cooperativa podría no resolver todos los problemas de sus trabajadores de un solo golpe. La democracia, ya sea en cualquier esfera, puede ser complicada y alborotada, y podría de hecho ser estresante. Sin embargo, podría probablemente ser mucho menos estresante que trabajar para una compañía que se preocupa tan poco por las preferencias de sus trabajadores que, en su constante motivación por llenar órdenes un poco más rápido, está dispuesta literalmente a dejarlos lisiados.